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Catedrático de Neurología de la UAM y jefe del servicio de Neurología y Centro de Ictus del hospital de La Paz

El profesor Exuperio Díez Tejedor es catedrático de Neurología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), jefe del servicio de Neurología y Centro de Ictus del hospital de La Paz y coordinador del área de Neurociencias de IdiPAZ, centro de investigación  del Hospital Universitario La Paz de Madrid (HULP)  y de la UAM. Ha sido investigador principal en más de 20 proyectos de investigación públicos y más de un centenar de ensayos clínicos, habiendo dirigido una veintena de Tesis Doctorales.

Fundador y director de la Cátedra Patrocinio de Neurociencias Clínicas (UAM-Novartis), dirige la recientemente creada Escuela de Neurociencias Clínicas de la UAM. Está reconocido como uno de los investigadores españoles más notables en el campo de las  enfermedades cerebrovasculares,  principalmente en el tratamiento del ictus agudo y en la protección y reparación cerebral. En la actualidad el Dr. Díez Tejedor  es Presidente de la Sociedad Española de Neurología.

Distinguido  con numerosos premios por su actividad  profesional, el servicio de Neurología de La Paz cuya dirección desempeña  ha recibido los premios BIC al mejor Servicio de Neurología los años 2014, 2016 y 2017 y ocupa el primer puesto en los premios MRS de España 2017.

Francisco Javier Pérez: En primer lugar, dos consideraciones que tienen que ver fundamentalmente con el objetivo de esta iniciativa. Una a propósito de cómo valora usted la pertinencia de que en los primeros niveles educativos, sobre todo en la E.S.O y el Bachillerato, se promueva entre los estudiantes el interés, la curiosidad y el afecto por la ciencia. En segundo lugar, su valoración sobre la pertinencia de que los proyectos de investigación competitivos deban o pudieran ir acompañados de un plan de comunicación que los ponga en valor.

Exuperio Díez Tejedor: En la educación no se habla mucho de ciencia y esto es un déficit importante. Creo que a los estudiantes se les enseñan las cuestiones científicas como si fueran anécdotas, cuando se enseñan las matemáticas, la física o la biología. Pero no se les inculca de dónde ha venido todo ese conocimiento. Creo que esas asignaturas, o alguna otra, deberían incorporar cuestiones que les permitan a los alumnos descubrir cuál es la metodología científica y por qué se llega a determinadas conclusiones, a establecer leyes físicas o descubrimientos en medicina, biología, etc. En definitiva, hacer un pequeño viaje sobre lo que es el método científico y lo importante que es dedicarse a ello en cualquier rama del saber.

Es importante que los proyectos vayan acompañados de un plan de comunicación

A eso ayudaría, sin duda, que esos proyectos competitivos y de alto nivel llevasen aparejado una parte de difusión y comunicación hacia la sociedad. Creo que la sociedad en general, no diría solo la española, es absolutamente ignorante en este campo, y ello lo demuestra que interesa mucho más un dolor de tripa de un futbolista famoso que cualquier resultado de investigación por relevante que este sea. Por eso es importante que los proyectos vayan acompañados de un plan de comunicación que lo ponga en valor. Pero también es necesario que los medios sean más sensibles al trabajo científico, y lo son poco. Solo les interesan los sensacionalismos, las noticias a veces malas y falsas. Prestan muchas veces pantalla y difusión a falsos descubrimientos o a aspectos pseudo-científicos, de científicos sin escrúpulos que se dedican a propagar hallazgos que luego no lo son. Son por todos conocidos fraudes de investigación que han tenido mucho eco en los medios de comunicación porque hablaban de cosas maravillosas y de curas fantásticas que luego, obviamente, no lo han sido.

Escuela de Periodismo y Comunicación de Unidad Editorial.

Foto: Juan Romero-Luis

F.J.P.: Los estudios que manejamos demuestran que en el tratamiento que los medios de comunicación hacen de las cuestiones de naturaleza científica, si hay alguna que tiene un peso mayor son las relacionadas temas sanitarios. Otra cosa es, efectivamente, el enfoque o el tratamiento que se haga de esas cuestiones. Por ejemplo, la televisión ha hecho un uso intensivo de la figura del médico en las series. Hay ejemplos clásicos tanto internacionales como en España. ¿A usted qué le parecen esos enfoques? Se ha dicho que contribuyen mucho a fomentar las vocaciones médicas en España.

E.D.T.: Estoy de acuerdo. No sé si son vocaciones o aficiones, porque la vocación es algo más profundo. De hecho, se ven muchos fracasos porque lo que realmente tenían era una afición, una fascinación. A parte de que las figuras de médicos que salen en la televisión no suelen ser reales, no se corresponden con la realidad. Ni lo era el Doctor Galo, cuando yo era un chaval, ni lo es el Doctor House, que es un desastre. House es justo la antítesis del médico. Está presentado como una crítica al médico. Sin embargo, en la serie la gente lo ve como un héroe, aunque es realmente un antihéroe. Es la antítesis de lo que es un médico. Actúa de manera improvisada, obsesiva, impulsiva, etc. Justo lo que no debe hacer un médico. Sin embargo, parece que House es fantástico aunque yerre en su diagnóstico el 90% de las veces. Creo que esta construcción de la imagen del médico es abusiva. Si preguntásemos a los colegios de médicos tal vez le dirían que están encantados, porque desarrolla o familiariza a la sociedad con la figura del médico. Y a mí eso no me parece mal, pero es necesario que traslade una imagen verdadera de los médicos reales que están en las urgencias de los hospitales, que están en los centros de salud o que están atendiendo a gente en pueblos, a veces en condiciones precarias, con mucho esfuerzo y mucha dedicación. Esto sí me parecería bien, pero esta imagen, evidentemente, no corresponde con la del héroe televisivo. Así que, luego, muchos chicos se pueden frustrar porque la medicina es una carrera muy difícil en su aprendizaje y un ejercicio muy duro. La gente tiene que ir con esa mentalidad. Tiene que pensar que ha elegido una profesión en la que se va a dedicar al bienestar y a mejorar la vida de los pacientes. Es un servidor de la sociedad. No viene a beneficiarse de la sociedad, sino a servir a iguales, no a gente inferior. El médico es un servidor de ese paciente y es un igual al que él sirve. No quiero decir que los médicos tienen que ser esclavos, pero sí son servidores y no deciden sobre el paciente, sino que le aconsejan. Es duro porque, a veces, tienes que aconsejar cosas que son difíciles y dar noticias malas. Hay que tener temple y saber cómo hacerlo. Dar una noticia mala no significa transmitir desazón y zozobra a un paciente o su familia, sino darle la noticia de la mejor forma posible y acompañada de las soluciones.

Foto: Juan Romero-Luis.

F.J.P.: El tema de las habilidades comunicativas tiene que ver bastante con lo usted nos ha contado. Habilidades comunicativas para convivir o tratar con los enfermos y habilidades comunicativas para compartirlas con la sociedad.

E.D.T.: Totalmente de acuerdo. Las habilidades de comunicación hacia la sociedad son muy importantes, pero ahí ya hay otros profesionales que ayudan. Son los medios de comunicación, los propios profesionales que se dedican a ello, que ayudan a transmitir la notica. Los médicos somos, generalmente, malos comunicadores. Para empezar, hablamos de forma muy técnica y no nos entiende nadie. Hablando con periodistas, muchas veces el redactor me ha parado y me ha dicho: “dígalo en un lenguaje que lo entendamos todos”. Somos muy dados a utilizar nuestra jerga y ahí no nos entiende nadie, así que es necesario ajustar el grado de léxico para que lo que queremos transmitir lo pueda entender la población normal.

No obstante, donde más se falla, aunque parezca lo contrario, es en la comunicación hacia el paciente y hacia los familiares. Estoy organizando, en la próxima reunión de la Sociedad Española de Neurología (SEN) un seminario sobre comunicación a pacientes. Aquí, en el Servicio de neurología, llevamos tiempo trabajando y analizando ese aspecto, detectando los fallos en esta comunicación y proponiendo soluciones. ¿Por qué se produce esta dificultad de comunicación? Porque el médico se ha centrado tanto en los aspectos médicos y técnicos de la profesión, y se ha sentido tan seguro con los avances que tenemos hoy en día, que ha pensado que con curar era suficiente. Pero es que, además, debemos saber contar bien lo que hacemos. Tú puedes tratar muy bien a un paciente y resolver su problema, pero si no se lo explicas bien y no le transmites con empatía la información que necesita puede sentir, en el fondo, que no ha recibido un tratamiento adecuado. Por eso esto es tan importante y es un déficit que tenemos que mejorar.

Somos muy dados a utilizar nuestra jerga y ahí no nos entiende nadie, así que es necesario ajustar el grado de léxico para que lo que queremos transmitir lo pueda entender la población

F.J.P.: Sabemos que hay un uso intensivo y creciente de internet para consultar información y datos referidos a cuestiones sanitarias y de salud. Nos interesa alguna reflexión suya en ese sentido: oportunidades, peligros y riesgos. ¿Cómo regular esta cuestión? ¿Qué le parece a usted el universo de internet en relación a la información médica?

E.D.T.: Creo que es un tema de preocupación social, no solo de la Medicina. A parte del riesgo que supone esa comunicación universal, que ya han analizado otros expertos como los sociólogos, en el tema médico sí hay que señalar que es una información no filtrada y, a veces, excesiva. En manos de un profesional puede tener sentido, porque sabe discernir lo bueno de lo malo, lo que está bien de lo que no, lo que es útil de lo que puede ser peligroso. Pero los profanos no tienen esa capacidad de analizar y filtrar y todo lo ven allí les parece que es verdad y que es bueno. Indudablemente hay bibliografía y artículos que son muy útiles y ayudan a conseguir información adecuada, si se sabe seleccionar; pero no es menos cierto que hay también muchísima información falsa, de productos milagros, de tratamientos que no sirven, etc., y eso representa un peligro si no se maneja adecuadamente. Por ejemplo, si a uno le comunican: “tiene usted tal enfermedad”, puede buscar en internet y conseguir información minuciosa que luego le permite, en la entrevista con el médico, poderle preguntar con mayor criterio por aspectos concretos o que le puedan afectar. Pero también puede suceder que esa información le genere más angustia que alivio porque el enfermo piensa que todo le puede pasar a él. O, aún peor, que la información no sea correcta, o que el enfermo no la interprete bien y le confunda. Entonces, le puede generar cuadros de ansiedad o una hipocondría, y eso generar desconfianza hacia su médico de forma que rompa la relación médico-paciente. Si el paciente no confía en su médico no va a seguir sus recomendaciones.

En todo caso, como no podemos poner filtros a internet, habrá que educar a la población para que aprenda a manejar esa información y la utilice con prudencia. Nadie, supongo, que se mete en internet, coge un tutorial y luego construye una casa. Pero, sí que tienden a auto-tratarse con lo que dice internet. Es decir, todo el mundo sabe que no puede hacer un puente o una casa con lo que dice internet, pero sí que puede tomarse tal o cual fármaco por lo encuentre en internet.

Foto: Juan Romero-Luis.

F.J.P.: En el caso de los proyectos de investigación que realizan, ¿plantean una planificación de la comunicación desde el principio para mejorar el conocimiento social del trabajo científico?

E.D.T.: Pienso que nosotros tenemos la idea, probablemente equivocada y poco proyectada hacia la sociedad, de que el canal fundamental de nuestra comunicación son las publicaciones científicas. Enviamos un artículo, nos lo aceptan en una revista de prestigio y estamos encantados porque eso supone añadir valor al proyecto, generar impacto científico, etc. lo que facilita obtener futuros proyectos. Así que esta es una de las obsesiones: publicar resultados, trabajos rigurosos, patentes. Pero, sin duda, es una comunicación endogámica, dentro de campo de los científicos. Nos conocemos entre nosotros y ahí nos valoramos. Luego nos quejamos, a veces, de que la sociedad no nos valora o no nos conoce, pero tampoco estoy seguro de que hagamos un esfuerzo por llegar a esa sociedad. Es verdad que la sociedad tampoco tiene a los científicos como héroes, las cosas como son. No estamos en la época de Darwin o, incluso, Cajal. Al contrario, hoy tenemos como grandes competidores al ocio y al famoseo, y es algo que ocupa mucho tiempo de atención a la ciudadanía y de espacio en los medios de comunicación, que no son ilimitados. Los espacios lo llenan el fútbol, el baloncesto, o cualquier cosa que tenga que ver con el deporte o con el “famoseo” mediocre. Si comparamos las audiencias que logran Gran Hermano o Sálvame, por poner un ejemplo, frente a las que logra un programa científico cualquiera nos podemos quedar horrorizados porque eso nos ofrece un índice de país. Esto es un tema que tenemos que solventar entre todos. Nosotros tenemos que comunicar mejor, pero no podemos hacer un artículo científico y mandarlo a un periódico. Es el periódico, la revista y la prensa en general la que debería mostrar un poco más de interés y querer saber, no solo los grandes resultados, sino cuál ha sido el proceso por el que se ha llegado a ese descubrimiento. Cualquier trabajo científico que se desarrolla, hasta que llega a ser una publicación clínica, puede pasarse 15 o 20 años desarrollando investigaciones. Pero la gente solo quiere saber el día que se revele el tratamiento y diga: “Ya tenemos un tratamiento que va a resolver la migraña”. Así que habría que hacer esfuerzo por contar los procesos, aunque sea de forma resumida, de cómo se llega a esos resultados. Cómo se llegan a descubrir nuevos fármacos o nuevas técnicas quirúrgicas y poderlas aplicar.

Tenemos que comunicar mejor, pero no podemos hacer un artículo científico y mandarlo a un periódico

Creo que nosotros no nos esforzamos mucho pero tampoco hemos conseguido llegar a la sociedad y que eta vea en los científicos a los motores del conocimiento, a los innovadores y también como una fuerza esencial del desarrollo económico. Porque el desarrollo económico viene de mano de la innovación. Esto, aquí en España, los gobiernos, sean del color que sean, lo han acabado de entender. En Estados Unidos dedican grandes partidas a la investigación pensando que es una inversión, porque si hay más investigación y se producen más patentes, al final, eso impulsa un incremento del PIB. Esto lo hacen bien en Estados Unidos, en Reino Unido y en otros países de la Unión Europea. Aquí el Ministerio siempre ve la investigación como un gasto, no como una inversión. Mientras esa mentalidad no cambie también tenemos un problema. Se nos llena la boca de grandes proclamas, pero faltan hechos objetivos que se plasmen en los presupuestos. Actualmente, nuestros presupuestos para investigación son de lo más bajos de la Unión Europea, muy por debajo de la media. Y a pesar de todas estas dificultades, nuestros resultados son espectaculares. Seguimos un poco esa cosa “cajaliana” de dedicarnos por afición, por vocación, por querer ser mejores y por ese ánimo de superación. Si hubiera ayuda, si aprovechásemos el talento y la capacidad de nuestra gente, que trabaja por nada y se deja la piel, si se les ayudara, este país sería increíble en investigación, sería de los más destacados a nivel mundial. Porque tenemos gente con mucha creatividad, pero gran parte de los investigadores que formamos luego se tienen que marchar al extranjero porque les cortamos la carrera. Por ejemplo, la Ley de la ciencia es absolutamente perniciosa porque dice que no puedes tener a un investigador más de tres años consecutivos, te prohíbe volvernos a contratar. Entonces, ¿qué hacemos?, ¿les formamos y luego les dejamos tirados? Esto es absurdo. Es necesario cambiar esa mentalidad y que los políticos entiendan que la investigación es fundamental para la sociedad. Esto ayudará probablemente a que la sociedad también lo sepa apreciar.

Foto: Juan Romero-Luis.

F.J.P.: ¿Qué papel considera que se puede jugar desde los proyectos de investigación del ámbito médico para que ese conocimiento pueda llegar, tamizado y con la adaptación oportuna, al ámbito escolar, sobre todo para los estudiantes de la ESO y Bachillerato?

E.D.T.: No soy un experto en esos niveles educativos de la educación ya que yo estoy en el nivel universitario, pero creo que quizás estaría bien que se organizaran seminarios en los que se invitase a científicos para que fueran allí y les dieran una conferencia a los chicos. A los alumnos les gusta mucho que vaya una persona al salón de actos y les cuente su experiencia, sus trabajos. Creo que esto es más efectivo que poner una asignatura que hable sobre la investigación. Aunque sí considero que debería haber una parte que hablase de la metodología científica, como una parte del pensamiento filosófico. Pero luego invitaría a gente destacada en el campo de las ciencias para que fuera y les diera una conferencia; para que les contase cómo es el proceso de investigación, cómo funciona un laboratorio, etc., y les transmitiese la satisfacción de un científico al generar una hipótesis, poder demostrarla y hacer un descubrimiento. A esa edad se tiene mucha curiosidad, así que si les enseñamos a pensar de este modo, seguramente generaríamos más aficiones porque los chicos tienen un gran potencial. Seguramente, esto que es más creativo les atraería más que el hecho de estar siete horas sentado delante de un ordenador. Tenemos que ser capaces de presentárselo así.

Foto: Juan Romero-Luis.