F. Javier Pérez: hay que llevar a la escuela la ciencia y la tecnología

por Juan Romero-Luis | 12 Dic 2017 | Entrevista, Reflexiones para una ciudadanía activa

Periodista y vicesecretario de la Asociación Española de Cine e Imagen Científicos (ASECIC)

Francisco Javier Pérez Martínez es Periodista. Máster en Comunidades Europeas de la UPM y funcionario de la Escala Técnica Superior de Administradores de Universidad. Ha sido director de Comunicación de la URJC y, entre otras responsabilidades, fue director de Relaciones Institucionales de RTVE, subdirector general de la Secretaría de Estado de Comunicación y director de la Oficina de Relaciones Informativas del Ministerio del Interior. Actualmente ocupa la vicesecretaría de la ASECIC (Asociación Española de Cine e Imágenes Científicas). En 2003 puso en marcha el Programa de Formación de Comunicadores en Ciencia y Tecnología de la URJC y es coautor del libro “Comunicación Social de la Ciencia”, editado por la UNAM y la Universidad de Granada.

Manuel Gértrudix: ¿Cómo valoraría el nivel de conocimiento científico-tecnológico de la Sociedad? ¿Y, de forma más precisa, en el caso de los estudiantes de ESO y Bachillerato?

F. Javier Pérez: Creo que, en general, el conocimiento científico-tecnológico es manifiestamente mejorable. En muchos casos, es un tema que a los ciudadanos les produce indiferencia. Si acaso, podríamos identificar un cierto grado de curiosidad en cuestiones como las de orden sanitario, el acceso a internet, la captación o apropiación inadecuada de datos o el uso impreciso de ese tipo de información.

Respecto al alumnado, hasta donde yo conozco, me da la impresión de que también hay un déficit importante desde el punto de vista de la formación o la capacitación. Incluso, de la actitud o de la disposición de las autoridades o del sistema educativo para incorporar o introducir algún tipo de formación o de cultura en ese ámbito.

Escuela de Periodismo y Comunicación de Unidad Editorial.

Foto: Daniel Barrera Muro.

M.G.: ¿Cree que la investigación científico-tecnológica es una actividad reconocida socialmente?

F. J. P.: Hace años que distintos profesionales del periodismo, la universidad y de otros ámbitos cercanos venimos trabajando en ese sentido. Pero la realidad es que no se ha promovido en España una política o un posicionamiento por parte de las instituciones y los poderes públicos para llevar a la opinión pública un grado mínimo de adhesión, de reconocimiento o de respaldo a las cuestiones científico-tecnológicas. Por ejemplo, en el gobierno que tenemos actualmente en España no hay ni un solo científico, ni un solo investigador. En gobiernos anteriores algunos ministros eran científicos. Es el caso de Bernat Soria (Ministro de Sanidad) que es catedrático de la Universidad de Alicante y una autoridad en el campo de las células madre; Cristina Garmendia (Ministra de Ciencia e Innovación) que procedía del mundo empresarial de la industria de la genética; Ángel Gabilondo (Ministro de Educación) que había sido Rector de la Universidad Autónoma de Madrid; o Mercedes Cabrera (Ministra de Educación y Ciencia) politóloga y una notable historiadora. Esto es muy sintomático e indicativo de la actitud o disposición de las autoridades y de la sensibilidad que manifiestan respecto a estas cuestiones. En definitiva, creo que hay un déficit importante y una necesidad imperiosa de que, por parte de los poderes públicos y de las instituciones, se trabaje en ese sentido.

Pensar que la ciencia va a aflorar o va a tener un crecimiento espectacular ‘per se’ es equívoco

Hace unos días se ha publicado el último informe de la Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE) en el que se advierte que, siendo gravísimo que en los últimos años se haya reducido la aportación pública de recursos para la investigación científico-tecnológica en más de veinte mil millones, es aún más preocupante la falta de actitud y de un posicionamiento claro de las autoridades sobre la necesidad de dar un impulso normativo, legislativo y de divulgación a la Ciencia y la Tecnología en España. Pensar que la ciencia va a aflorar o va a tener un crecimiento espectacular per se es, a mi juicio, equívoco. La ciencia avanzará si cuenta con el apoyo y los recursos de las instituciones públicas y privadas, pero, además, necesita que la ciudadanía y la opinión pública reconozcan el papel de la ciencia y su contribución como una herramienta de progreso social, económico y comunitario.

M.G.: ¿En qué medida la formación científico-tecnológica puede ayudar para mejorar la comprensión de la información que manejamos de manera cotidiana en medios de comunicación y sociales?

F. J. P.: Yo creo que, desde el punto de vista tecnológico, hay un impulso o una eclosión que tiene que ver con el mundo de internet. Ahí, la extensión y la difusión masiva del acceso a las nuevas tecnologías sí que ha creado un territorio donde convergen ciudadanos de toda condición que comparten información sobre el uso de tecnología, y en cuya temática están o procuran estar a la última. Aunque no es poca cosa, no deja de ser una parcela concreta, un reducto o un escenario muy específico de la tecnología. Otra cosa diferente es que,  a través de esas herramientas cada vez de uso más generalizado, un número creciente de ciudadanos tiene a su disposición, cada vez más, información de carácter científico y tecnológico. Y eso nos lleva a otro debate: cómo se discrimina, cómo se selecciona, cómo se separa el polvo de la paja. Sabemos que, en esa galaxia de contenidos, hay mucha confusión y mucho “gato por liebre”.

Foto: Daniel Barrera Muro.

M.G.: ¿Qué se puede hacer para mejorar este aspecto en las escuelas?

F. J. P.: Creo que la escuela debe jugar un papel fundamental e indispensable. Ahora, ¿cómo se articula eso? A mi juicio habría que sensibilizar a los docentes para que, cuando trabajan con los jóvenes en el primer estadio educativo, puedan trasladarles la importancia del papel de la ciencia. Sabemos, por lo que sucede en otros países, que hay una relación directa e inequívoca entre la solidez del sistema de ciencia y tecnología y el grado de adhesión de los ciudadanos al quehacer de los científicos.

El reconocimiento del papel del científico, desde la más temprana edad, es indispensable para dos cosas: en primer lugar, para promover las vocaciones científicas; y, en segundo, para luchar contra la indiferencia, la falta de consideración y la inhibición frente a la ciencia. Es indispensable que esto se trabaje en la escuela, y hay que hacerlo con metodología, con una sistematización. No vale lanzar semillas al viento y esperar que germinen por la acción de un profesor benevolente o sensibilizado, que tiene una actitud positiva. Debe ser algo que forme parte del ecosistema de promoción científica.

Habría que sensibilizar a los docentes para que, cuando trabajan con los jóvenes en el primer estadio educativo, puedan trasladarles la importancia del papel de la ciencia

Sobre este aspecto, la COSCE lanzó en el año 2010 un programa que se llamaba “ENCIENDE” que va en esa línea. Hasta donde yo conozco, no ha tenido mayor desarrollo seguramente como consecuencia de los recortes, de las dificultades vinculadas a la crisis, de la falta de compromiso de los gobiernos en estas cuestiones.

M.G.: ¿Considera que el uso de datos abiertos facilitaría la realización de investigaciones científicas escolares, aplicando el método científico, que desarrollen el pensamiento crítico y reflexivo?

F. J. P: Es evidente que la posibilidad de acceder y explotar esos datos está directamente relacionada con la generación de una predisposición por parte del alumnado y, luego, la evaluación y la consideración del resultado de ese trabajo. Cosa distinta es quién orienta, enfoca e instruye sobre el correcto y adecuado uso de toda esa información. Por ejemplo, hay que identificar muy bien los portales, las plataformas y los contenidos que son realmente útiles para un proyecto de esta naturaleza. Pero sí me parece fundamental que haya contenido en abierto y que sea verificado, que tenga las garantías suficientes y los avales institucionales, corporativos y académicos de las instituciones que corresponda y, que esos datos, se faciliten de una forma sencilla y accesible. Porque ese es otro problema. Muchos de esos datos son complejos, contienen informaciones áridas y complicadas, y es fundamental ver cómo se “traducen”, por utilizar una expresión fácilmente comprensible, para ponerlos a disposición de ese estadio educativo de una forma atractiva, que atrape al usuario o la persona que se aproxime a estos. 

Foto: Daniel Barrera Muro.

M.G.: ¿Cree que el uso de datos abiertos y sistemas de visualización facilitaría un análisis más objetivo de la información científica, tecnológica y social?

F. J. P.: Sin duda alguna. Creo que además no solo ayuda, sino que probablemente produce una recompensa. No hay una consecuencia más positiva o favorable para un trabajo que el resultado. Si el uso de este tipo de información contribuye a obtener el reconocimiento de quienes lo comparten, eso siempre va a ayudar a multiplicar el efecto de la utilización de esos datos. Creo que un problema bastante común en estas cosas es el distanciamiento o el desapego que produce la no compresión, la acumulación o el exceso de información. Por ejemplo, consultaba el otro día la plataforma de la Asociación Española de Cine Científico (ASECIC) donde están perfectamente catalogadas una gran cantidad de sub-plataformas por temáticas, por contenidos, etc. Ahí, por ejemplo, se demuestra cómo, cuando la información está armada, articulada, y es comprensible, ello repercute positivamente en la viabilidad y utilidad de los proyectos que se aborden en este sentido.

M.G.: ¿Haría alguna sugerencia final al respecto?

F. J. P.: Hace más de un siglo que Don Santiago Ramón y Cajal, Premio Nobel de Medicina, alertó sobre la necesidad imperiosa de que España hiciese un gran esfuerzo en favor de la ciencia. Decía, por ejemplo,  que un gran defecto de los españoles era el desdén hacia el ideal científico. En sus escritos, Ramón y Cajal advierte sobre la necesidad de llevar al ánimo y al convencimiento de los ciudadanos la importancia del papel de la ciencia. Más de un siglo después, seguimos teniendo en España un problema – seguramente no tan grave probablemente como cuando Ramón y Cajal lo describió – de falta de adhesión y compromiso de la ciudadanía respecto al esfuerzo científico y tecnológico. Pero esto no es culpa de la ciudanía, sino de las instituciones, de los poderes público, de los sucesivos gobiernos que no hacen una apuesta decisiva y clara en ese sentido.

Me parece un planteamiento indispensable llevar a la escuela el amor, el reconocimiento y el apoyo al quehacer de los profesionales, académicos y científicos que trabajan en el desarrollo de la ciencia y de la tecnología

Como señalaba anteriormente, el último informe de la Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE) lo pone de manifiesto de una forma inequívoca. Dice y advierte que, siendo importante la financiación que ha caído de forma estrepitosa, es casi más importante todavía el disponer de criterios objetivos, planes, proyectos y decisión política para trabajar en esa línea. España no va a avanzar, no va conseguir cuotas de progreso estables y sólidas mientras no se favorezca claramente que exista por parte de la opinión pública un claro respaldo al trabajo y actividad de los científicos y de los tecnólogos.

Para paliar esta situación es fundamental atacar el problema desde los niveles educativos más bajos. Si conseguimos que los más jóvenes, los escolares, tengan conocimiento, sensibilidad, aprecien y distingan la importancia que tiene el quehacer de los científicos para su futuro, creo que estaremos trabajando en la línea adecuada. Por eso, me parece un planteamiento indispensable llevar a la escuela, y especialmente a los niveles iniciales, el amor, el reconocimiento y el apoyo al quehacer de los profesionales, académicos y científicos que trabajan en el desarrollo de la ciencia y de la tecnología. Se trata, seguramente, de una misión de Estado. No es una cuestión política, no es una decisión partidista, no es una opción que puedan tomar unos u otros. Debe ser un compromiso colectivo, una misión, como diría Ortega, compartida y solidaria de la sociedad para trabajar en esa dirección.

Foto: Daniel Barrera Muro.