La necesidad de cuidar el planeta para garantizar nuestra propia salud es un mensaje que se viene transmitiendo desde hace décadas donde, actualmente, se hace tangible la necesidad de cambio.
Dada la importancia de realizar una transición ecológica, la Comisión Europea, en diciembre de 2019, puso en marcha el Pacto Verde Europeo en el que se crearon iniciativas políticas que abarcan, entre otras, un Plan de Acción para la Economía Circular. Existen numerosas propuestas dirigidas por distintas entidades con el objetivo de sensibilizar a la sociedad para que se involucre en el modelo de economía circular como una estrategia de cambio que favorezca la sostenibilidad y la salud.
La salud del planeta mantiene una estrecha relación con la salud del ser humano. Actualmente la Organización Mundial de la Salud estima que el medio ambiente es el causante del 20% de las muertes que se producen en los países europeos.
Además, uno de los aspectos que hemos aprendido en la pandemia es que debemos cuidar el planeta, pero ¿lo hemos aprendido? Si miramos en nuestro entorno inmediato, a modo de ejemplo, aría la sensación de que parte de la ciudadanía va depositando sus residuos donde estima, sin criterio ni asunción de ningún tipo de consecuencia. De tal forma que es difícil pasear por el campo sin encontrar cosas asombrosas, desde colchones hasta lavadoras.
Para intentar cambiar esta situación las entidades gubernamentales realizan distintas medidas, desde la sanción a las campañas de información, pero ni lo uno ni lo otro parece generar un cambio de actitud en la ciudadanía, al menos en parte de ella. En el ámbito educativo parece que más de la mitad de los residuos que se generan son de plástico, quizás debido a un uso excesivo del mismo. Otro ejemplo lo podemos encontrar en los supermercados donde parece que las medidas para disminuir el consumo de plástico, según algunas fuentes, no funciona.
Quizás la sociedad debe cambiar su enfoque sobre la relación entre el ser humano y el planeta dejando atrás su jerarquía. El planeta no se encuentra al servicio del ser humano para satisfacer sus necesidades. El ser humano es parte del planeta y cuidar al planeta debería ser interiorizado como parte de la propia persona, como una parte de sí mismo y de un todo, es decir, estar conectado con la naturaleza como parte del self, de la identidad. Es fundamental que esta conexión se incluya en la educación de los más jóvenes, esto no solo fomentaría el modelo de economía circular en el ámbito doméstico, si no que fortalecería la pertenencia al grupo, el cuidado del planeta como parte del autocuidado, el sentimiento de autoeficacia, la creatividad y, probablemente, la mejora de la salud mental al aumentar los niveles de bienestar subjetivo (Marselle, et al., 2014) y disminuir los niveles de estrés (Tyrväinen, et al., 2014). Desde los principales agentes educativos, la familia y la escuela, se debería fomentar actividades de ocio y educativas al aire libre y en contacto con la naturaleza; incorporar los elementos naturales en las actividades educativas; contribuir al desarrollo de la personalidad integral donde se encuentre incluido la conectividad con la naturaleza. Sin embargo, el contacto con la naturaleza parece estar muy limitado, quizás debido al estilo de vida con largas jornadas y/o al uso de la tecnología como ocio en el tiempo libre. El escritor y periodista Richard Louv acuñó el término trastorno por déficit de naturaleza para hacer referencia a la desconexión de los niños con la misma (Louv, 2020). Dicho autor creó la fundación Children and Nature para visibilizar el derecho del niño a jugar y aprender en la naturaleza, con la idea, tal y como aparece en la fotografía, de que los niños en contacto con la naturaleza son más sanos, felices e inteligentes.
Estos aspectos han sido recogidos por otras organizaciones, como Ciudades amigas de la infancia, Unicef, y por referentes de la pedagogía, como Heike Freire, (2017) que defiende que el contacto con la naturaleza debería establecerse como base del aprendizaje en todas las materias.
Las entidades gubernamentales deberían dedicar más recursos en campañas de sensibilización, donde la información se acompañe de estrategias para cambiar la actitud y conectar, fundamentalmente a los más jóvenes, con la naturaleza. Acompañar a los centros educativos a un cambio de metodología donde se estimule la potencialidad del ser humano a aprender en y como parte de la naturaleza. La conexión con la naturaleza hará más probable la asimilación del modelo de la economía circular y la instauración progresiva en distintos ámbitos, logrando así una sociedad más sostenible y sana.
REFERENCIAS
Freire, H. (2017). Estate quieto y atiende. Ambientes más saludables para prevenir el deficit de at: Ambientes más saludables para prevenir el déficit de atención y la hiperactividad. Herder.
Luov, R. (2020). Los ultimos niños en el bosque: Salvemos a nuestros hijos del Trastorno por Déficit de Naturaleza. Capitan Swing.
Marselle, M. R., Irvine, K. N., & Warber, S. L. (2014). Examining group walks in nature and multiple aspects of well-being: A large-scale study. Ecopsychology, 6, 134- 147. https://doi.org/10.1089/eco.2014.0027
Tyrväinen, L., Ojala, A., Korpela, K., Lanki, T., Tsunetsugu, Y., & Kagawa, T. (2014). The influence of urban green environments on stress relief measures: A field experiment. Journal of Environmental Psychology, 38, 1-9. https://doi.org/10.1016/j.jenvp.2013.12.005